miércoles, 2 de enero de 2013

♥ Los Niños de Hoy ¿Son niños más difíciles?


Muchos padres y educadores se sienten desorientados ante la llegada de los Niños de Hoy. Pero ¿son acaso niños tan difíciles de comprender?
Todos coincidiremos en que estos Niños proponen apertura, sinceridad y renovación, sin embargo esto ¿debiera ser algo que desoriente? ¿Es tan extraño lo que proponen que ni sus padres encuentran las herramientas para guiarlos? Entonces ¿Quién los ayudará?

Habitualmente ante estos niños aparece el sentimiento de "no sé nada": no se sabe ser padre, no se sabe ser maestro, no se sabe ser guía certero. Se siente algo similar a cuando se está próximo a recibir en una carrera o formación y se piensa "¿qué haré ahora? de qué se trata ejercer esta profesión, no sé nada... no me acuerdo de nada". Pero sin embargo hay todo un caudal de conocimiento que está en el interior y espera ser puesto en práctica en el momento oportuno. Y hay también un potencial individual, que no es enseñado en la universidad, que es propio de cada uno, y que es el que hay que descubrir, el que hay que despertar.
Esto mismo sucede con la maternidad/paternidad, a veces se siente que no se sabe nada, que no se está capacitado para resolver las situaciones que presentan los niños de hoy.
Ante esto digo calma, sepamos que la dificultad se está viviendo en el plano intelectual y no en el espiritual- intuitivo. Un motivo por el que surge dicha desorientación es porque se está intelectualizando en demasía la educación.
Podemos buscar en determinado momento una guía, un consejo o consejero, pero esto no podrá resolver todos los conflictos. Podemos también encontrar algunas pautas que ayuden, sin embargo parecería difícil encontrar parámetros fijos a seguir para siempre.
Se busca endurecer y enfriar algo que debiera ser tibio y flexible como es el criar/guiar a un niño. Se está buscando derivar el poder hacia afuera, y con esto en vez de generar mayor fortaleza y confianza, se produce un debilitamiento interior. La propia sabiduría no es ejercida y un gran potencial deja de ser utilizado. El adulto debilita su conciencia, su propia capacidad creativa y única.
El modelo social nos lleva hacia el repetir y obedecer a otro que “sabe más que yo”. ¿Acaso, por esta razón, no nos encontramos ante una sociedad débil espiritualmente, perdida de su rumbo esencial, buscando el sentido a tientas en la superficie? Esto mismo va a ser lo primero que querramos hacer con los niños: repetir. Pero la evolución dice“rompe la repetición, encuentra tu verdadera aspiración, tu verdadero motivo del por qué haces lo que haces. Así crecerás. Recupera tu fortaleza decidiendo tu propio camino, discerniendo Despierto.”
Si este niño ha llegado a usted es porque en usted hay algo para ofrecerle, y es eso lo que hay que desarrollar.

Adultos anclados en sí mismos
Estos niños necesitan adultos anclados, seguros, contenidos en sí mismos. Adultos que aunque no sepan con seguridad si lo que hacen es plenamente correcto, aun así tengan la valentía de probar nuevas posibilidades.

¿Pero con qué se encuentra el niño de hoy? Con inseguridad, con adultos desencarnados, titubeantes. Hasta incluso percibe en ellos el miedo a la vida  y las emociones irresueltas que guían sus pasos.
Se encuentra muchas veces con adultos perdidos en sus propios caminos, con temor a buscarse, con temor a encontrarse.

Y los niños sienten esto, ¿y qué harán?: “¿Si los adultos, aquellos a quienes Yo debo preguntarles cómo, quién soy, adónde voy, qué es mejor para mí, no lo saben, están perdidos, me muestran dudas y temor hacia la vida, ¿qué queda de mí??”

El Niño de Hoy necesita Guías, pero Guías Espirituales. Y para lograr ser sus guías, el adulto debe primero reconocer en qué parte de su camino se encuentra, y qué hará para continuar ascendiendo en su propio nivel evolutivo.

Ante estos niños, nuestro Yo Espiritual debe estar anclado. Es muy saludable sentir que hay mucho que aprender, pero esto no debe interpretarse como la pérdida total de rumbo. Claro que debemos mantenernos abiertos y flexibles, sí, pero nuestro Espíritu tiene que arder en nuestro cuerpo, pleno de voluntad de vivir. Debemos estar decididos a vivir la vida plenamente, no a medias. Sentir, que a pesar de que aún nos falta mucho recorrido, en todo momento estamos acercándonos más a nosotros mismos.
Si usted está perdido en la calle ¿a quién le preguntará cómo llegar a su hogar? ¿Le preguntará a otra persona que nota que está igual de perdida que usted, mirando las direcciones, preguntado aquí y allá? No. Seguramente entrará a algún negocio que hace mucho está allí y le preguntará al señor que en él atiende. Esta persona está ahí hace mucho tiempo, está anclado en el lugar, por eso le genera seguridad. Siente que él sabrá guiarlo correctamente.

Lo mismo ocurre con los niños. Si el niño percibe a un adulto perdido, a un adulto que no está anclado a la vida, qué es frágil como una hoja de otoño, no sentirá que puede refugiarlo, contenerlo, guiarlo. Se trata de un movimiento energético, un encuentro o desencuentro energético que se da o no se da con el niño.

El adulto sabe dónde vive, dónde trabaja, quiénes son sus amigos, pero muchas veces hay adentro un desconcierto, remolinos desordenados que no van hacia ningún lado. Hay emociones limitantes, hasta muchas veces ganas de dejar de existir. E incluso peligrosamente esta parte del adulto intenta guiar al niño.

Esto sucede también en las escuelas: ¿cuál es la meta de una escuela? ¿Para qué se enseña tanto contenido de memoria? ¿Para qué se toman evaluaciones con información y sistemas que nunca se utilizarán? Si alguna vez esto tuvo sentido, hoy ya no lo tiene, sin embargo se sigue repitiendo indefinidamente.

El sistema educativo está perdido y quiere guiar al niño de hoy. ¿Adónde? ¿Para qué? No lo sabe. El niño vibra este sin sentido, vibra también en los maestros que no logran encender su espíritu ante ellos, vibra las voluntades dormidas, las metas hacia la nada. Y allí se produce el desencuentro.
Este niño necesita adultos verdaderamente contenedores y espacios que ofrezcan actividades con sentido. Mientras esto no aparezca el niño permanecerá indiferente, dormido en apariencia, difícil ante el análisis social. Este niño irá de aquí para allá insatisfecho, pidiendo Guías, contención, y rechazando a todo aquel que no la ofrezca.

Aunque ante una superficial mirada no parezca, en realidad este niño es un Ser que lo que más desea es Entrar a la Tierra, Amar a la Tierra, Tomar el Mundo y Transformarlo.

Mientras la humanidad no encuentre su punto de enfoque, y que este tenga verdadero sentido y surja de la esencia viva, seguirá erróneamente intentando conquistar el espíritu del niño.

Pero este es un camino que no tiene huellas, pocos lo han transitado, y por eso surge el miedo a hacer lo incorrecto. Y ante esta inseguridad en general se tiende a querer sostenerse en lo “seguro” propuesto por el intelecto o el afuera.

La seguridad no tiene que estar sostenida en lo que “sabemos”, sino en lo que emitimos como Seres Espirituales. Ser una persona segura ante el niño no significa saberlo todo rígidamente, transmitirles conceptos y juicios de bueno y malo, apagar nuestra espontaneidad e inocencia. No se trata de una seguridad egoica que es la que en general practicamos. Se trata de traer a nosotros aquello que más nos representa, que sabe que más humilde se es cuanto más se sabe. Aquel que puede decir “si” o “no”, aún sabiendo que es un aprendiz, que siempre puede encontrar una mejor forma de actuar.

Esta seguridad no es plenamente reconocida aún por los seres humanos, pero es la única seguridad que Respetan y Reconocen los Niños de Hoy.

Ningún niño desafía sin razón a un Ser que está anclado en sí mismo, en lo más elevado de sí mismo.
Los niños de hoy no son “difíciles” pero el adulto deberá hacer un trabajo consigo mismo para sacarse de encima tantos patrones que lo limitan. Tanto que le hace olvidar lo esencial. Deberá aprender a soltar todo aquello que lo aleja de su propio conocimiento.

Si el adulto está espiritualmente arraigado en sí mismo, si vive en conexión, descubrirá que no hay niños difíciles. Difícil es cuando la cabeza humana, desea repetir sistemáticamente. Es difícil cuando la razón desea calcular cada paso en total seguridad. Y este tipo de seguridad es relativa en estos tiempos. Antes tal vez se podía encontrar seguridad en tener cosas materiales: casa, auto, dinero. Ahora viendo la inestabilidad del mundo, sabemos que ni en eso encontraremos refugio. Lo más seguro que tenemos es nuestra consciencia conectada con nuestro Origen.

Cambiar a la humanidad puede parecer una tarea inabarcable, desmesurada; sin embargo si todos nos reconocemos parte esencial de ella, nos daremos cuenta de que nuestra primera motivación deberá ser Despertar a la Vida. Encarnar vivamente en el mundo. Ser guías primero de nosotros mismos, para luego poder guiar al niño con Consciencia y responsabilidad Espiritual.
Dejar el sonambulismo y el adormecimiento interior para convertirse en Uno Mismo. Convertirse en el Ser que el niño eligió antes de venir.

Todos reconocemos que en algún lugar de mucha consciencia y perfección hemos elegido a todos aquellos con los que nos hemos encontrado. El Ser del niño desde el mundo espiritual lo ha elegido.

Percibió su potencial, el alma pura de aquellos que serían sus padres, docentes, guías y educadores. Y así Espíritu a Espíritu los Seres pactan encontrarse y recordarse lo que verdaderamente cada uno trae.
Olvidar parece que fue fácil, aunque espiritualmente fue un gran sacrificio.

Recordar es lo que más trabajo nos llevará, sin embargo es la tarea más bella y que más nos compete a los Seres Humanos. Recordar ¿Quién fui Yo?, ¿Quién soy Yo? ¿Qué Sé? ¿Cómo me conecto con ello? Se empieza por la pregunta que produce eco en la Creación. Luego, retorna una posibilidad, una respuesta. Esa respuesta ¿será el Niño de Hoy?

Recordemos que las manos saben sanar, que el corazón limpio puede guiar. Recordemos también que utilizamos tan sólo el 1,5% de la información que hay en nuestro ADN. Más del 90% de nuestro ADN se denomina “ADN basura”*. ¿Para qué sirve el 90%?

Recordemos que la mente es una herramienta, que bien utilizada es un fiel aliado del Espíritu. Pero el Espíritu es el que guía nuestra búsqueda porque es quien sabe mantenerse ante todo humilde e inocente.

♥ Los Niños de hoy y su necesidad de saber la Verdad


A menudo escuchamos decir  “A los niños hay que hablarles con el corazón” o “Con los niños de hoy hay que comunicarse con la verdad”,  pero ¿qué es hablar con el corazón?, ¿qué es decir la verdad?

Hablar con el corazón es hablar con la verdad, pero no fría o rígidamente, sino una verdad comunicada con empatía, sensibilidad, calor, generando a la vez, mucho espacio para un intercambio flexible.
Y decir la verdad es hablar de lo que me pasa o lo que está pasando. Laura Gutman en su libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra” nombra dos tipos de verdades: la verdad externa y la verdad interna.

La verdad externa es la realidad que sucede afuera, por ejemplo “nos mudamos a la otra casa porque la casa anterior tenía mucha humedad”, “me voy a trabajar porque necesitamos el dinero”, “tu padre y yo vamos a vivir en distintas casas porque necesitamos un tiempo para estar mejor cada uno consigo mismo”, etc.

La verdad interior es aquello que siento, que me pasa, que no puedo evitar, que aparece, que me toma, que es parte de mi camino individual como ser. Por ejemplo, “estoy triste porque me siento solo”, “Estoy desganado porque no encuentro trabajo que me guste”, “Estoy ansiosa o nerviosa porque…”, “Estoy cansada”, “Estoy sensible y necesito estar en silencio porque…”

Muchas veces suceden cosas que pertenecen al mundo adulto pero que el niño, por ser parte de la familia, está completamente involucrado. Y muchas veces ante esto no sabemos qué hacer, decidimos callar o acomodar la verdad de tal forma que sin darnos cuenta, incluso, mentimos.
Subestimamos la capacidad de los niños de comprender y nos mostramos indiferentes a su necesidad de saber la verdad.

Muchos de nosotros hemos crecido con mentiras o cosas ocultas. Muchos de nosotros de niños sabíamos lo que estaba pasando pese a que el entorno lo ocultaba. Lo sabíamos porque lo sentíamos y deseábamos profundamente ser parte de la verdad. Pero nuestros educadores crecieron bajo el paradigma de “ojos que no ven corazón que no siente” que es lo mismo que decir “oídos que no escuchan, oídos que no saben”. 

Esto simplemente no es cierto, y menos aún, con los niños de hoy.
Los niños no solo merecen la verdad sino que la saben antes incluso de que suceda. Muchos niños, por ejemplo, saben que sus padres están divorciados viviendo en la misma casa, o saben de la muerte de un ser de la familia antes de que suceda o antes de que se les informe. Es habitual que digan “Yo ya lo sabía” o “Si, ya sé”. 

La saben y necesitan que nosotros, los adultos, los seres que aman y tienen como referentes, la reconozcan ante ellos y la manifiesten en palabras.

Lo que sale a la luz por más intricado y complejo que sea, se transforma en liviano porque tiene el reconocimiento y la aceptación de nosotros mismos, y al mismo tiempo, al reconocerlo y decirlo, liberamos a los niños del peso que se genera al ocultarlo. En cambio, lo que no podemos o no queremos ver, y es escondido en el inconsciente o en algún lugar que solo nosotros sabemos, produce incomodidad en el entorno, peso sobre los hombros, energía estancada o contenida, que si no es reconocida, alguien que se hará cargo de mostrarla: los niños.

Algunos niños lograrán preguntar “¿Qué pasa?, ¿por qué?, ¿cómo?, ¿desde cuándo?”. Otros al no poder o no saber hacerlo lo manifiestan como síntomas emocionales o físicos.
De una u otra manera, desnudan lo que nos pasa porque han venido a traernos evolución y la evolución se da cuando damos un nuevo paso.

La pediatra y homeópata Lua Catalá en su libro “Pediatría para los Nuevos Niños”, dice lo siguiente al respecto: “Toda enfermedad, todo síntoma, es psicosomático porque todo tiene un origen o causa en nuestra psique, en nuestra mente o en nuestras emociones, a veces, en nuestra dimensión espiritual.
Todo aquello que no se expresa, que no lo reconocemos o no lo podemos expresar, queda impreso. Queda marcado en nuestras células, órganos, músculos, sistemas o en nuestro ADN como material que se guarda en el mundo inconsciente y lucha por salir buscando las rendijas. Y esto que emerge de lo oscuro por las rendijas, son los síntomas. 

Así pues, igual que hablamos de un cuerpo humano, podríamos hacer la analogía con un organismo o un cuerpo constituido por varias personas: el cuerpo familiar. Como en el cuerpo humano, en el familiar, cada persona tiene una función. Podríamos ver a cada miembro como un órgano diferente. [...] Así, en una familia, la convivencia crea unas dinámicas psicológicas y energéticas que conforman el cuerpo familiar. Por tanto, hay que observar y tener en cuenta todo este organismo si queremos profundizar en las causas de las enfermedades o disfunciones. 

Los niños suelen ser la grieta o rendija por donde afloran los conflictos o enfermedades de este cuerpo familiar. Los niños, tal vez por ser el órgano más virgen y fresco de dicho organismo, son quienes expresan con sus enfermedades o comportamientos aquello que no se reconoce o no se expresa en la familia, así como también, son la fuerza o solución que pone en marcha dicho cuerpo familiar para sanar, adaptarse o sobrevivir. 

Y con esta situación podemos hacer dos cosas: La primera, acallar el síntoma. Si no contemplamos un nuevo enfoque, es muy posible que solo tratemos a aquel niño que enferma o que se comporta de forma molesta, y no nos preguntemos más. Un ejemplo sería el caso de un niño hiperactivo al que la medicina oficial se empeña en ver como un individuo con un defecto físico, orgánico, funcional o psíquico, que hay que calmar con psicofármacos. Con lo cual, tranquilizamos y suprimimos dicho síntoma, pero no resolvemos el verdadero conflicto, este aflorará de nuevo por el mismo sitio o buscará otras maneras de expresarse. 

O bien, lo tomamos como síntoma de un cuerpo con más miembros y escuchamos qué nos está diciendo, hacia dónde señala la causa del conflicto, hacia dónde dirige nuestra atención, y reconocemos así, su esfuerzo de auto sanación […]”

¿Por dónde empezar?
Para enfrentar la verdad primero tenemos que cambiar nuestra relación con lo que nos pasa. Dejar de ver lo que nos pasa como algo negativo, como algo que debemos evitar, o como lo peor que nos pudo haber pasado. Por supuesto que habrá cosas más simples de aceptar, y por ende, de comunicar, pero a la vez los niños nos invitan a encontrarnos con la verdad desde un lugar más natural, neutral, liviano.

Además otro punto importante es el reconocer primero conmigo lo que pasa o me pasa: ¿Realmente conozco lo que me pasa?, ¿Me animo a ver la verdad, a reconocer mi verdad?, ¿A dónde me llevaría vivir más sinceramente?, ¿Qué es lo que no quiero ver?, ¿Hasta dónde puedo?, ¿Qué hago con lo que no puedo ver, con lo que no quiero ver, con lo que ni siquiera estoy preparado para reconocerlo conmigo mismo?

Estos dos puntos anteriores los dejo para su reflexión.
Continuando en relación a los niños, es fundamental no subestimar la comprensión que pueden llegar a tener. Por supuesto que usted será cauteloso y medido con sus palabras dependiendo de la edad del niño y sus características. Con niños menores de 6 años se habla de una manera, y con niños mayores de esta edad, de otra. Aquí es importante saber y poder adaptarnos al lenguaje, forma de ver el mundo y las situaciones de los niños según su madurez interior.

Pero más allá de las palabras que se utilicen, lo importante es que no tenga peso ni juicio de malo - bueno en el adulto, y que lo que se le diga sea verdadero, por más que lo hablemos de forma figurativa o más concreta.

Si usted responde con naturalidad a lo que el niño le pregunta o a lo que está sucediendo, el niño no se sorprenderá ni se asustará; lo tomará con naturalidad, es más, solo será una confirmación a lo que ya siente, a lo que ya sabe.

Lo que usted estará haciendo será grande, estará ahorrándole al niño incomodidad, insatisfacción, conflicto, desarmonía, y todo lo que a ello puede llevar. Y para usted será una oportunidad para encontrarse con la sinceridad, y la sanación y la armonía a la que ella nos lleva.

(por Nancy E. Ortiz)

♥ Características comunes más sobresalientes de los Índigo y Cristal

INDIGO y CRISTAL
·    Son más sensibles.
·    Son más perceptivos, hasta psíquicos (en varios grados).
·    Tienen un importante propósito de vida global.
·    Son congruentes entre corazón, mente, palabras y acciones.
·    Perciben la falta de integridad y honestidad.
·    Tiene mucha pasión: una pasión por la vida, el amor, la justicia.
·    De jóvenes y adultos tienen en sentido agudo de servicio y ayuda humanitaria.
·    Por naturaleza, no juzgan.
·    En general, tienen un alto sentido del humor.
·    Necesitan agua, naturaleza, arte, ropa de fibra natural, ejercicio físico y un entorno seguro tanto física, como emocional, psíquica y espiritualmente.
·    Requieren de la presencia en su entorno inmediato de adultos emocionalmente estables.

♥ Diferencias entre Indigo y Cristal

INDIGO

CRISTAL
Espíritu de Guerrero
“El Rompedor de Sistemas”
Espíritu de Pacificador
“Los Pacificadores”
Meta
·    Abrir camino.
·    Denunciar.
·    No aceptar lo que no sirve ahora.
·    Aversión aguda a la mentira, engaño y manipulación.
Meta
·    Seguir el camino abierto por la generación Índigo.
·    Construir con energías más sutiles.
·    “Pulsar” con una fuerza interior extraordinaria (para alzar la frecuencia / nivel energético de la sociedad).
Especialidad
·    Denunciar.
·    Probar los límites físicos.
Especialidad
·    Liderar a través del ejemplo.
·    Probar los límites psíquicos.
Personalidad
·    En general extrovertidos.
·    De pionero (es decir son testarudos, originales, autosuficientes, creativos).
·    Determinación, tenacidad.
·    Mucha energía y ningún  miedo a afrontar las cosas.
Personalidad
·    Más tranquilos, pacíficos y gentiles. En general un poco introvertidos.
·    Aun más espirituales.
·    Aun más telepáticos.
·    Aun más sensibles.
Pautas de conducta
·    Este niño va a pedir y exigir.
·    No teme la confrontación.
·    Rebelde.
Pautas de conducta
·    Habla con pocas palabras pero muy profundas, y sólo si se lo pide.
·    Irradia paz y tranquilidad.
·    Armoniza naturalmente la energía que le rodea.
·    Muy afectuoso con la gente y percibe sus necesidades.
·    Este niño se calla y se retira si hay conflictos, evita la confrontación.
·    Integra las 12 leyes de la inteligencia espiritual (3).
Características físicas y otras
·    Robustos físicamente.
·    Fuertes mentalmente.
Características físicas y otras
·    Menos robusto física y mentalmente.
·    Vulnerable emocionalmente.
·    Habilidades psíquicas “activadas” desde su nacimiento.
·    A veces sufre de alergias, es más delicado.
Sus características pueden ser erróneamente diagnosticadas como
·    ADD (Déficit de Atención).
·    ADDH (Déficit de Atención con Hiperactividad).
Sus características pueden ser erróneamente diagnosticadas como
·    Enfermedad de Aspergers (una forma templada de autismo, común en los EE UU dentro de la profesión de programadores, informáticos, ingenieros de sistemas).
·    Autismo.
·    Ser percibidas por los demás como las de un niño “Desconectado”.
Es precoz en el hablar.
Puede ser que hable tardíamente, en general porque le toma un tiempo  darse cuenta –o que alguien le explique– que los adultos en general no entienden la comunicación telepática que tiene tendencia a utilizar innatamente.
Necesidades, en general
·    Nutrir sus talentos de pioneros y de líderes
·    Herramientas de organización del trabajo
·    Aprender la diplomacia y la cortesía.
Necesidades, en general
·    Utilizar y nutrir sus habilidades y sus talentos de “pacificadores”.
·    Técnicas de limpieza psíquica sencilla.
·    Intercambio de energía con la naturaleza.